El sueño europeo, aquel ideal de unión que pretendía poner el punto final a un siglo de cruentos enfrentamientos, se plasmó en la Unión Europea. En las décadas pasadas una inmensa mayoría veíamos a Europa como ese paraíso al que acceder, ese selecto club de prosperidad, trabajo y oportunidades, ese club de las subvenciones, de la convergencia. Todos queríamos pertenecer a ese idílico proyecto económico-político, porque veíamos un modelo de progreso social, de libertades, de ilusión compartida y de garantía democrática.
Sin
embargo, las decisiones políticas poco acertadas, por no decir desafortunadas,
el intento de Constitución sin llegar a serlo, la no cesión de Soberanía a la
UE, la ampliación a nuevos países y el nacionalismo estatal en muchos lugares,
hicieron que ese sueño se fuera desvaneciendo.
A todo ello
debemos unir el crack en la economía global y las erráticas salidas planteadas
desde la Europa rica, donde primaron los intereses nacionales por encima de los
intereses del conjunto de Europa. Recibía en ese momento la UE una estocada
profunda e hiriente y que pondría un punto, que no sabemos si seguido o final,
a aquel bello sueño del siglo pasado.
Hoy miramos
nuevamente a Europa y encontramos un conjunto de países desnortados, inmersos
en reformas que ahondan más aún en la penuria de sus pueblos, que han pasado a
un segundo plano (por delante tienen al sector financiero).
Como un
cáncer en un cuerpo moribundo, enfermo y rendido, una nueva crisis sacude
Europa: la crisis del odio racial, la xenofobia y la discriminación social. Los
grupos neonazis, fascistas y de extrema derecha se están rearmando política e
ideológicamente, como cebo utilizan el que siempre les ha funcionado, el que en
el pasado les llevó a conquistar el poder bien por las urnas o bien por la
fuerza: el odio al diferente, al extranjero, al pobre, al disminuido.
Amanecer
Dorado en Grecia, grupos ultra en Italia, en Francia, en Hungría, las nuevas
propuestas de expulsión de gitanos de Francia, ponen de manifiesto que la
teoría totalitaria, aria y asesina, se está asentando de nuevo en la vieja Europa.
Hoy como
ayer, todo comienza por pequeños actos de protesta, con ataques a los más
débiles, con discursos fáciles y populistas, con pequeños triunfos electorales.
Pero todo ello, puede desembocar en un mal que colapse nuevamente a Europa, que
nos coloque al borde del precipicio, que nuevamente nos lleve a enfrentamientos
violentos y bélicos.
En la mano
de los/as gobernantes europeos está la posibilidad de erradicar el mal, de
evitar que siga propagándose entre quienes más están sufriendo la crisis, para
que no sirva de caldo de cultivo ideológico a este nuevo totalitarismo que
vemos emerger poco a poco en nuestras calles.
Ha de
buscarse una solución europea y global, que evite por todos los medios nuevos
enfrentamientos entre europeos. El sueño europeo económico se ha quebrado, el
político no ha llegado a nacer y en estos momentos el social corre el riesgo de
terminar por destruir todo lo demás.
¡Despierten
Gobiernos Europeos! ¡Despierten Autoridades Comunitarias! ¡Despertemos el
conjunto de la Sociedad Europea!
No van a
venir a por los más débiles, no van a venir a por los diferentes, tampoco lo
harán contra los que piensan diferente. No lo van hacer, PORQUE YA ESTÁN AQUÍ, cada uno/a de nosotros/as tenemos la obligación de no mirar hacia otro lado y ponerles freno.
¡No al Totalitarismo!
¡No al Racismo!
¡No a la Discriminación!
¡No al Odio!
¡No al Totalitarismo!
¡No al Racismo!
¡No a la Discriminación!
¡No al Odio!
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