Ha terminado la Conferencia Política del PSOE. Ocho
meses de reflexión y debate en las agrupaciones y en la red, entre militantes,
simpatizantes y ciudadanía progresista, que han querido participar en la
elaboración de un proyecto político de carácter progresista para España, en
contraposición a la anquilosis que sufrían las estructuras del partido y a las
políticas antisociales del Partido Popular.
Habrá quien vea en todo esto, en la puesta en escena de
este fin de semana, más de lo mismo o un lavado de cara, otros/as caerán en la
autocomplacencia y darán por finalizado el camino con el cierre de la
Conferencia y otros/as, como yo, vemos en la Conferencia el punto de partida
hacia un proyecto común, ilusionante y transversal hacia un futuro de progreso
social, consolidación de derechos y de implantación definitiva y sólida del
Estado de Bienestar.
No les falta razón a los primeros, pues este fin de
semana la representación o puesta en escena, a pesar de la amplitud con la que
se trabajó meses atrás, no transmitió la
imagen de abierto a la militancia y el cónclave fue cerrado a un grupo de
cuadros (amplio), invitados/as y observadores/as. Sinceramente, esto me
preocupa más bien poco, si el resultado de la misma refleja el sentir
mayoritario de las bases y para la elección de los delegados se han seguido las
normas que marcan los estatutos. Personalmente, hubiera preferido que la
Conferencia hubiese estado abierta a la militancia, con delegados elegidos en
votación democrática en las agrupaciones, pero los estatutos marcan lo que marcan y
por tanto, es requisito previo “convencer” a la mayoría para cambiarlos en este
sentido, mientras se han de aplicar los estatutos en vigor.
Los segundos/as, los/as que dan por finalizado el
proceso, acomodados/as en sus cargos orgánicos e institucionales, demostrarán
una vez más que no se han enterado de nada y con su actitud demostrarán al
conjunto que sólo suponen un lastre, del que habrá que desprenderse más pronto
que tarde.
Y los/as terceros/as, vemos como se han dado pasos importantes
para que el partido sea un instrumento válido para que la sociedad pueda
influir y cambiar el entorno que le rodea. También somos conscientes de que en
algunos aspectos no hemos estado a la altura de las expectativas que se habían
puesto en la Conferencia. Que faltan
muchas cosas por hacer y para ello, sobre unas ideas reformadas y de progreso,
han de conformarse candidaturas ilusionantes, de gente nueva, trabajadora,
joven y con experiencia, de idealistas y pragmáticas, pero sobretodo de gente que
no tenga ataduras que lastren su buen hacer y antepongan el interés público
general al interés particular o partidario.
Hoy cada una de las personas que hemos participado
podemos decir que en el resultado de la Conferencia hay un pedazo de nosotros.
En ocho meses de de debates en las agrupaciones, de grupos de trabajo, de
elaboración de propuestas, algo ha quedado en la Ponencia Marco de las
resoluciones en las agrupaciones. Posteriormente, en el periodo de enmiendas,
hemos podido aportar las modificaciones que consideráramos oportunas para mejorar
el texto, en mi caso (14 enmiendas) referidas al modelo de partido y a la
laicidad.
¿Por qué mis aportaciones fueron en estos aspectos?
Primero, porque
creo que hay que establecer unas reglas, procedimientos y bases sólidas sobre
ideas y principios, para conseguir que el partido se convierta en un
instrumento válido para la sociedad y posteriormente poder llevar a cabo la
acción de transformarla. Y segundo,
porque siempre he creído que la laicidad entendida como la integración y el
respeto en igualdad de condiciones a las creencias del diferente, constituyen
un pilar sólido para las nuevas sociedades.
¿Qué recogían las enmiendas?
La necesidad de aclarar las legitimidades y el
conflicto de las mismas, si finalmente optábamos por elegir la secretaría general
en elecciones primarias.
El rechazo a la nueva figura de afiliado directo, en
los términos que se establecía en la ponencia, ya que entendía que suponía una
discriminación a los militantes tradicionales, sin cuyo trabajo diario en las
agrupaciones, en muchos casos, podrían incluso dejar de funcionar. Planteaba la posibilidad de
regular su participación on-line o el establecimiento de una “Agrupación
Virtual” o su equiparación en derechos y obligaciones a los simpatizantes.
En cuanto a la laicidad, se referían a la supresión de
la intervención de las autoridades eclesiásticas en los actos Institucionales,
la denuncia de los Acuerdos con la Santa Sede, modificación de la Constitución
para la equiparación de todas las religiones, regulación de la asignatura en la
escuela pública: fuera del currículo, aceptando como mal menor, la educación de
forma voluntaria y al comienzo o al final de la jornada, para evitar penalizar
a quienes no deseen cursarla, Ley de libertad religiosa como garantía de
igualdad y respeto, autofinanciación de las confesiones religiosas (impuesto
religioso para fieles) el Estado como mero recaudador, regulación del Estado de
actividades de carácter “público” de las religiones.
Por tanto, si analizamos los dictámenes en estas
materias, considero que mis planteamientos han sido aceptados, en menor medida
los referidos a la figura del afiliado directo, pero espero que su posterior
regulación, establezca un estatus que no discrimine al militante tradicional y
ponga en valor a las mujeres y hombres, que cada día abren nuestras sedes,
participan en los actos electorales y suponen la “Cara del Partido” en la calle.
Sobre otros aspectos, a los cuales no he hecho
referencia (por no haber hecho propuestas al respecto) el más relevante, que ha
supuesto una oportunidad perdida, desde mi punto de vista, ha sido el referido
a la Monarquía. Un partido con las profundas raíces ideológicas, históricas y
sus políticas nítidamente republicanas, debería haber dejado abierta la
posibilidad de una futura revisión de la forma de Estado, de modo que se
reconociera la posibilidad de una futura consulta entre el modelo actual y una
república democrática, que legitimase el modelo de convivencia, por al menos
otros cuarenta años, como ha sucedido en estos tiempos y que supusiese un
refrendo de toda una generación de españoles/as a los que nunca se nos ha
preguntado si consideramos que el modelo es mejorable o debería cambiarse.
Con esta importante salvedad, la Conferencia Política
ha dado como resultado un PSOE más progresista, más social, más participativo,
más ecologista, más intervencionista, más garantista, más de izquierdas, más internacionalista, más
solidario, más próximo a la sociedad y más que nunca Plenamente Identificado
con el ESTADO DE BIENESTAR. Ahora toca el difícil trabajo de explicar cómo será
este nuevo PSOE, quiénes han de pilotar los cambios y quiénes pueden
representar institucionalmente las nuevas ideas.
En todo caso, debemos tener claro, como definió en su
intervención en la inauguración de la Conferencia Javier Fernández, Presidente
de Asturias y secretario de la FSA, que somos el Partido Socialista Obrero
Español.
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