Estos días se llena la prensa con los enfrentamientos entre la PAH y el Partido Popular, con acusaciones mutuas de presiones o “escraches” y radicalizaciones proterroristas. Y como tantas veces en la vida, existe un término medio y razonable entre ambas posturas: el diálogo, el reconocimiento y el respeto mutuo. Sé que habrá personas que no entiendan mi posición en contra del “escrache”, pero mi postura esta basada en un razonamiento que trataré de explicar.
En primer lugar, debo
reconocer y reconozco el cabreo, el malestar y la sensibilidad de los
colectivos sociales afectados por los desahucios y los recortes. Lo comprendo
porque también estoy en contra de esta especie de suicidio colectivo impuesto
por Europa y por sus dirigentes, contra las clases más desfavorecidas y sin
ningún tipo de responsabilidad en la actual crisis, originada por la avaricia
de un@s poc@s, que en este momento continúan obteniendo pingües beneficios.
Comprendo igualmente la
necesidad de manifestar el malestar y el desacuerdo con las medidas, los
silencios o la tomadura de pelo, que por parte de nuestr@s representantes
podemos sentir en ocasiones. Respeto y participo en la protesta pública contra
la actuación pública de nuestr@s representantes. Pero no puedo respaldar la
protesta o la presión en el ámbito privado de l@s mism@s, dado que pueden verse
afectadas personas que no tienen representación pública y que quizás sólo
sufren las presiones por el hecho de acompañar o ser familiares de l@s
representantes públic@s, convirtiendo a estas terceras personas en víctimas
inocentes de las protestas.
Existe una línea roja que no debemos pasar, puesto que las legítimas protestas pueden verse privadas de esta legitimidad en el momento en el que la protesta pacífica desemboque en un enfrentamiento físico, intimidación, acoso o una agresión. En ese momento se habrán justificado las falsas acusaciones empleadas, hasta la fecha, por el Partido Popular contra toda aquella persona que no comparte o aplaude sus políticas.
Debemos ser capaces de
reconocer la línea roja y no traspasarla, imaginemos por un momento que grupos
fascistas señalen el la calle a extranjeros, que se señale por parte de grupos
provida a las personas que trabajan en clínicas abortistas, que se señale por
esos mismos grupos a familias compuestas por personas del mismo sexo o que se
señale a las mismas personas de la PAH como proetarras por parte de grupos
ultraderechistas.
No podemos permitir que
estas situaciones lleguen a producirse y por ello debemos protestar, por
supuesto, pero en el ámbito público. Tampoco podemos olvidar la legitimidad
democrática y representativa de los cargos públicos, elegidos en las urnas y la
libertad con la que deben ejercer esa representatividad.
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