Estos días está de actualidad la reforma laboral aprobada por el gobierno popular de Mariano Rajoy. Ayer vimos en toda España manifestaciones de protesta contra las medidas tomadas por el gobierno, al tiempo el partido en el gobierno clausuraba su congreso número 17 en Sevilla y manifestando su respeto por la protesta, consideraba legítima y justa la reforma, sustentada en su amplísima mayoría absoluta en el Parlamento.
Cabe preguntarse ¿A dónde nos conducirá esta reforma? La respuesta es sencilla, pretende encaminarse hacia un modelo alemán (dada la Merkelfilia de nuestro presidente no podía ser de otra manera) y ante esto muchos podrían decir: “Hombre en Alemania han reducido el paro de cinco millones a cerca del pleno empleo” en un período cortísimo de tiempo”. En definitiva, un nuevo “milagro económico” de la derecha europea.
Ahora vayamos al fondo de la cuestión ¿Cómo lo han conseguido? ¿Qué han conseguido? ¿A qué han renunciado? Las respuestas también son rápidas y concretas: desregulación del mercado laboral, precarización del empleo, trabando más horas y cobrando menos o trabajando lo mismo y cobrando menos. Ahora en Alemania (modelo a seguir en Europa por los cegados líderes conservadores) se han creado millones de puestos de trabajo, con jornadas reducidas y con unos sueldos muy menguados. De este modo se maquillan las cifras y conseguimos el “milagro alemán”. Por ejemplo, una persona que trabaja veinte horas a la semana en un bar cobra entre trescientos y cuatrocientos euros mensuales y figura como un trabajador en activo. No nos llamemos a engaños, cuando hablamos de los sueldos alemanes o de la media, miramos o más bien nos enseñan, los de los ingenieros, informáticos o puestos de relevancia y bien remunerados, pero no tenemos en cuenta los sueldos de los ahora llamados “minijobs” también conocidos como empleos basura.
En el caso concreto de estos “subtrabajos” las condiciones no son mejores que España y los trabajadores alemanes se han visto obligados a renunciar a la práctica totalidad de sus derechos a cambio de unas limosnas del capitalismo desaforado imperante en Europa.
Otro factor que ha influido en esta precarización de las condiciones laborales en Alemania ha sido la amenaza de la deslocalización de empresas multinacionales, que ante los bajos sueldos y la pobreza en los países del Este o asiáticos, ven en esas latitudes oportunidades de incrementar sus beneficios, por los bajos costes a los que son sometidos. Se trata por tanto de renunciar en Europa al Estado del Bienestar y a la condición de trabajadores, para recuperar la figura del esclavo, en este caso “consentido y convencido” de que es la única salida posible.
El gobierno español, tal y como ha pasado a otros gobiernos españoles en el pasado (de cualquier color político) ha querido ser más papista que el Papa y a puesto en la bandeja de los empresarios un dulce apetitoso, sin que estos lo solicitasen y que no respondía a las necesidades que habían planteado, pero está claro que ahora no van a renunciar al pastel.
Los empresarios solicitaban al gobierno y los sindicatos dos cosas muy concretas: flexibilidad y financiación. En el acuerdo alcanzado entre los agentes sociales (in extremis) se daba forma a las demandas de los empresarios y se solicitaba la implicación del gobierno, sin embargo este ha hecho oídos sordos y se ha sacado de la manga una reforma basada en la ideología y la merkelfilia y no en las demandas planteadas.
¿Qué era lo que contenía el acuerdo entre empresarios y sindicatos y que daba satisfacción a ambos en sus demandas? Por un lado, se flexibilizaban horarios, adaptándolos a las necesidades de producción, se planteaban ajustes o reducciones de jornada en base a la situación económica de la empresa, en definitiva, se daba a entender que la empresa era el medio por el que el empresario obtendría el beneficio y el trabajador un salario, de modo que se establecía un objetivo común: si la empresa iba bien iría bien para todos.
La reforma ha sorprendido incluso a los empresarios, que consideran aunque en privado, que el gobierno se ha pasado de frenada, evidentemente no van a ser ellos quienes protesten, aunque reconocen que sin la financiación que reclamaban, no podrán crear empleo, porque las inversiones necesitan financiación y este asunto no queda resuelto en la reforma. Se les ha puesto sobre la mesa la herramienta “y si no” que consiste en poder ejercer sobre el trabajador cualquier tipo de presión en cuanto a jornada, productividad, salario, beneficios sociales “y si no” se aceptan a la calle. A esta herramienta se le ha añadido una más perversa si cabe: cuando una empresa durante nueve meses consecutivos vea reducidos sus beneficios, podrá plantearse el ajuste de plantilla sin más justificación. Pongamos un ejemplo para ver más claro que no se trata de que una empresa tenga pérdidas, si no de que disminuyan sus beneficios.
El ejemplo: Una empresa X con 150 trabajadores tiene un trimestre un beneficio de 1 millón de euros. Los tres trimestres siguientes obtiene 900000 euros en un trimestre, 895000 en otro y 890000 en el tercero. Dado que la empresa ha visto reducido su beneficio en los tres trimestres consecutivos (un 11% más o menos) podrá reducir su plantilla lo que estime oportuno para garantizar la continuidad y la buena marcha de la empresa (un 25%, un 30%, un 40%..... lo que considere oportuno) Sin embargo, la empresa continúa siendo rentable con los trabajadores que tenía, aunque un poco menos. Este caso se puede dar en muchas empresas sujetas a la estacionalidad de su carga de trabajo, con lo que cualquier empresa con esta estacionalidad podrá aplicar sin miramientos esta norma.
Nos encontramos por tanto, ante una reforma que no responde a la demanda empresarial de flexibilidad y financiación, ya que se centra excesivamente en la flexibilidad y aparca la financiación (pieza clave en la creación de empleo) y además en un punto de inflexión que supone el final de las relaciones laborales tal y como las conocíamos, así como la pérdida de capacidad de negociación de los trabajadores. Según este nuevo modelo económico y social de la merkelfilia, estamos en el buen camino y como los alemanes veremos dinamitado nuestro Estado de Bienestar y seremos un poco más esclavos, todo ello en aras del “pleno empleo” (de aquella manera) y la prosperidad (de unos pocos) con la “regla de oro” (más bien vara con la que nos medirán a partir de ahora).
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