martes, 23 de agosto de 2011

Se impone el sentido común ¿tarde?

Después de tres años de crisis, paro, hundimiento de países, empresas, bancos, después de las calificaciones engañosas o intencionadas de las agencias de calificación Estadounidenses, después de los mayores recortes sociales recordados, después de las huelgas, de los enfrentamientos en los parlamentos, en los medios, después de haber verificado que la negación ideológica de una solución consensuada no era el camino, los líderes europeos, españoles, presidentes autonómicos, candidatos a las próximas elecciones generales empiezan a hacer propuestas claras y de sentido común, que en su día fueron defendidas por quien suscribe en este blog y otros foros, negando entonces muchos la conveniencia de tales medidas.


De nada sirve a quienes más están padeciendo la crisis que las medidas ahora propuestas, las hubiera hecho un simple ciudadano que no tiene ningún poder, ninguna responsabilidad más que la de acudir diariamente a su puesto de trabajo, para tratar de sobrevivir en el mar de tiburones en el que nos movemos.


Se acuerdan ahora la pareja gobernante europea (Merkel y Sarkozy), que ven atacados sus Estados, de una intervención directa del BCE, comprometida con la situación delicada de países como España o Italia. Aún les queda por admitir la propuesta acertada del candidato Rubalcaba de la emisión de Eurobonos, puesto que esto podría conducir a un control directo sobre las posiciones especulativas, junto la reciente prohibición de los movimientos especulativos en corto. Aún queda también una reducción de tipos por parte del BCE y reitero la necesidad imperiosa de crear una Agencia de Calificación Europea.


En el plano Nacional ahora se oye a los dirigentes de los dos partidos con opciones reales a gobernar España propuestas tan sensatas como el control del gasto, la devolución de competencias autonómicas al Estado, la supresión de las Diputaciones Provinciales o su transformación en otros entes de menor tamaño y más operativos, la supresión de competencias duplicadas en varias administraciones, la fusión de municipios, la inclusión del control del déficit en la Constitución, la recuperación del Impuesto de Patrimonio, la implicación de las entidades bancarias en la recuperación como principales y primeros entes en recibir todo el apoyo del Estado para evitar su caída, la reforma laboral, los cambios en el Impuesto de Sociedades y algunas otras que se quedarán en el tintero. Sin duda, en mi tintero no dejaría ni la efectiva progresividad fiscal, ni el atajo de las SICAV, la persecución real y efectiva del fraude fiscal y la economía sumergida y el control por parte de los ciudadanos de la función pública, declaración pública anual de bienes, contención de sueldos y dietas, compras de vehículos oficiales, limitación por Ley a ocho años el período máximo para ejercer un cargo público de manera continuada y el fin de los políticos profesionales.


Todas estas notas musicales, estas pinceladas que esbozan unos y otros, deben de componer una sinfonía hermosa, sonora y relajante para los ciudadanos y los mercados. Lamento profundamente que quienes hoy defienden algunas de estas posturas, en otros momentos las criticasen o rechazasen por su miopía ideológica y sectaria.


Siempre he defendido que el sentido común ha de primar sobre cualquier otro en el ejercicio de un cargo público, siempre he defendido la honestidad, la austeridad y la dedicación con la que un cargo público ha de servir al pueblo que le ha elegido democráticamente y al que ha de representar.


Hoy observo con tristeza como el sentido común sólo se impone cuando las cuerdas se han tensado al máximo, cuando están a punto de romperse, cuando damos por destruido al enemigo, cuando la solución es más complicada y por ello más injusta.


España continúa anclada en el pasado de trincheras, con unos dirigentes o posibles dirigentes que no dejan de mirarse el ombligo, que viven lejos del ciudadano, alejados de sus necesidades, inquietudes o preocupaciones, que lamentablemente sólo se interesan en conocer para ofrecerles promesas en periodos electorales. Y Europa se ha convertido en juego de estrategas en el que cada pequeño reino, cada minúscula aldea busca su lugar defendiendo y exaltando lo que les diferencia del resto, en vez de defender una Europa fuerte y sólida, social, diversa, respetuosa con las minorías y profundamente Unida.

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