Desde hace semanas un sector de la población mundial reclamaba de las autoridades internacionales un plan de ayuda para los rebeldes libios que estaban sufriendo la ira de un loco tirano autoproclamado semidios. Ese mismo loco tirano que acudió durante sus cuarenta años de mandato a los principales países Occidentales con su famosa jaima, en la que recibía como anfitrión a los dirigentes a los que visitaba. El mismo que compraba con petróleo y con el control de la inmigración, las voluntades de los dirigentes occidentales.
Europa y el Mundo en general, a cambio guardaban silencio ante la dictadura. Tras las revueltas revolucionarias en países como Túnez o Egipto, en occidente considerábamos que ocurriría lo mismo en Libia y otros países de Oriente Próximo y Medio. Pero el loco, el tirano, decidió masacrar a su pueblo, a sangre y fuego perpetuaría su régimen, confiando en la connivencia de los líderes Árabes y Occidentales.
La ONU como en la mayoría de los casos a llegado tarde a la intervención en la masacre Libia, cuando el régimen del tirano ya contaba con 8.000 bajas de los ciudadanos rebeldes. Muchos se preguntan cuál es o cuál debe ser el papel de la ONU en la organización mundial, ya que consideran abominable que un país como Libia hubiera pertenecido a la ONU y más aún hubiera presidido el Consejo de Derechos Humanos.
Ahora se ha aprobado la intervención y ha comenzado una nueva guerra en el mundo. Los paralelismos con la Guerra de Irak orquestada por George Bush, los lobbies que rodearon aquella intervención ilegal y el silencio cómplice de muchos países, hacen que las gentes vuelvan a protestar contra la guerra. La principal diferencia con aquella, es que esta guerra está amparada por una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, que en este caso no se han utilizado mentiras intencionadas para justificar lo injustificable y tampoco se trata de una invasión terrestre del territorio libio.
Si algo debieron de aprender las potencias occidentales en Irak, es que la intervención ha de plantearse como una protección o una defensa de las aspiraciones legítimas de un pueblo masacrado y nunca como una imposición de un modelo de sociedad o de país.
En España tenemos muy presente el NO A LA GUERRA que muchos invocamos y defendimos en la Guerra de Irak, todos recordamos que nuestro actual Presidente del Gobierno tomó como una de sus primeras medidas de gobierno la retirada de las tropas de Irak. Por ello, no podemos comprender cómo el mismo Presidente muestra un entusiasmo quizás exagerado o desmesurado en el caso de la Guerra en Libia, remitiendo al Secretario General de la ONU su inquebrantable compromiso con la causa. Una posición de colaboración, pero no de protagonismo excesivo hubiera sido suficiente y se hubiera comprendido mucho mejor por parte de una sociedad como la española a la que la palabra “guerra” le produce muchos resquemores.
Quizás debamos replantearnos cuál ha de ser nuestra posición frente a hechos de guerra, cuál ha de ser el grado de compromiso y sacrificio que estamos dispuestos a asumir como precio para la extensión de la democracia.
2 comentarios:
Muy de acuerdo.
Muchas gracias por agregarme a tu lista, yo también te he incluido en la mía para seguir tus próximas actualizaciones.
Saludos
Para saber más sobre la Historia que hay detrás de la Guerra de Libia, echad un vistazo al nº7 de La Bitácora de Pedro Morgan, revista de Historia online.
Publicar un comentario