La sociedad en su conjunto en muchas ocasiones ejerce sobre el individuo una presión que le mueve hacia posiciones que en cualquier otra circunstancia y de manera individual ni se plantea. Estos días comprobamos como las naciones oprimidas por regimenes autoritarios salen a las calles para protestar por una situación que consideran injusta, en Túnez, en Egipto, en Yemen, en Jordania, en Marruecos, como un tsunami la ola de movimientos ha provocado a los dirigentes de esos y otros países como China a censurar preventivamente los medios como Internet, para no verse involucrados en altercados similares.
Los países considerados occidentales, principalmente la UE y EEUU han salido rápidamente a respaldar de forma más o menos nítida, su posición favorable a los cambios de régimen en estos países. Una vez más los dirigentes occidentales llegan tarde, ya que las sociedades sometidas han explotado antes de saber si contarían con el apoyo o no de estas potencias. Ello se debe a que las sociedades de Oriente Medio son lo suficientemente desarrolladas y capacitadas, que no necesitan más que tomar conciencia de nación y determinación en la lucha contra las corruptelas de los regimenes totalitarios.
Hasta la fecha tanto la UE como EEUU se mostraban dialogantes, comprensivos y colaboradores con estos dictadores, por dos motivos fundamentales, el primero de ellos es el económico, dadas las relaciones comerciales de Occidente con estos países y por otro lado el geopolítico, ya que Occidente entendía que estas dictaduras de carácter laico, ejercían como cordón sanitario, frente al Islamismo radical que campa a sus anchas por otros países orientales.
Se equivocaba Occidente, las sociedades Orientales son tan maduras e incluso más que la Occidental y ha llegado el momento en el que consideran que desean ser más libres, que quieren cambios, que quieren acabar con los privilegios de una oligarquía dominante despótica, que quieren vivir en paz y porque han entendido que ya no hay marcha atrás.
Las democracias occidentales basan sus regimenes en el respeto a los derechos humanos, pues bien, los ciudadanos que estos días salen a la calle exigen lo mismo que los ciudadanos occidentales. Nuestros gobiernos deben entender que el camino para evitar la propagación del Islamismo terrorista, no puede ser la imposición de las democracias por la fuerza, con guerras y muerte, como ha pasado en Irak y en Afganistán.
Podrán llevarse a cabo mil gestiones encaminadas a ayudar a las instituciones democráticas surgidas de estas revueltas, propiciar la celebración de elecciones libres, pero en ningún caso tratar de imponer por la fuerza un pensamiento.
Debemos recibir con ilusión las protestas y rebeliones contra lo injusto, siempre que persigan y defiendan la instauración de un régimen más democrático, pacífico y participativo. La violencia nunca ha de ser justificada, por ello, espero que no exista más derramamiento de sangre en las revueltas que se están produciendo y que los dictadores no salgan impunes de sus crímenes. Por otro lado, sólo con educación y diálogo conseguiremos que los terroristas no se hagan con el poder en ninguno de estos países considerados aliados.
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