Hoy, en un nuevo estilo de publicidad y marketing la Casa Real ha colocado al Príncipe Felipe de Borbón en pleno centro madrileño, a pasear a encontrarse cara a cara con los/as ciudadanos/as. La campaña “Príncipe Campechano” lleva tiempo en marcha, pero últimamente se ha acentuado, tras los escándalos protagonizados por su padre y sus cuñados/hermanas.
Príncipe apeado de su palacio, construido en aquellos tiempos cuando el ladrillo campaba a sus anchas por España, aquellos tiempos en los que algunos/as dicen que vivíamos por encima de nuestras posibilidades. Príncipe y Princesa (en un discretísimo segundo plano, como manda la tradición) protagonistas y salvadores de la Corona.
Probablemente a muchas personas este gesto, del Príncipe campechano y cercano les agrade, les alegre y les convenza de que realmente es tan campechano como su padre. Sorprende notablemente que esa campechanía y ese pisar el suelo que pisan los súbditos de su padre, tenga que ser inmortalizada por los medios de comunicación, restando por tanto, cualquier tinte de“normalidad” que se haya querido dar en este breve paseo.
Y es que no debemos equivocarnos, quien hoy paseaba por Madrid rodeado de medios y de curiosos, aún no ha demostrado nada, salvo que sabe desempeñar el papel que se le ha asignado y que está dispuesto a pelear por el puesto que en un futuro le corresponderá. Sabedor como es, que su padre aunque con meteduras de pata, salidas de tono, negocios quizás no transparentes del todo o con “cibercartas” refrendadas por el gobierno de Rajoy y el PP, no renunciará al poder, al menos de forma voluntaria.
No se trata de un ciudadano al uso, dado que por haber
nacido en una determinada familia, ha recibido impuesta una posición, un rol y
un estatus a los que ha sabido adaptarse y a los que no da muestras de
renunciar. Por mucho que se empeñen en hacernos creer que es humano, que es
como el resto, no deja de ser una ilusión. Ninguno/a de nosotros/as salimos a
la calle escoltados/as por periodistas y guardaespaldas, por tanto, igual igual
que nosotros no es.
No podemos negar el mérito que ha tenido esta familia al
haber sobrevivido a dos Repúblicas en España, a dos Dictaduras y una Democracia Parlamentaria durante 34
años. Ahora, en base a la
Constitución pactada entre las diferentes fuerzas políticas
durante la Transición
y refrendada por la ciudadanía en aquella época, Juan Carlos, está legitimado
para reinar, sometido a la Soberanía Popular
del pueblo que le refrendó junto al resto de la Constitución.
Muchos/as nos preguntamos en ocasiones si hoy en día es
necesaria la figura de un Monarca como Jefe del Estado o Mando Superior de los
Ejércitos. Nos preguntamos si en un país desarrollado, en el que tratamos de
que la igualdad prime sobre otros aspectos, es sostenible que una familia
continúe heredando privilegios de generación en generación, simplemente porque
dos gametos coincidan en el espacio y el tiempo en un determinado momento.
Incluso contemplamos con asombro, como una parte importante
de la ciudadanía, continúa creyendo que es necesario o que no estorban esos
privilegios. Aún en casos tan extremos como los de personas que han pasado de
ser ciudadanos/as a víctimas de la crisis y padecen en sus carnes y las de sus
hijos/as los abusos de los/as especuladores/as.
Y es que en una sociedad adormecida con el chismorreo y el fútbol
es muy difícil pararse un momento, apagar el televisor y pensar, pensar aunque
sólo sea un momento, en cuanto supone a la ciudadanía mantener esos privilegios
o en quién financia muchas de las actividades de algunos/as miembros de la
familia. Aún cuando los mismos medios destapan escándalos que suponen un
quebrantamiento claro de la confianza depositada a cambio de una conducta
ejemplar, muchos/as continúan en su férrea defensa, sin atender a razones o sin
preguntarse qué harían si cualquier otro/a representante público cometiese ese
quebrantamiento del mandato recibido.
Sinceramente espero que algún día, el ciudadano que hoy
pasea en plena campaña de marketing por las calles de Madrid, opte a la Jefatura del Estado como
candidato en unas elecciones libres, con un programa y un proyecto para España.
Y en caso de que saliese elegido democráticamente de unas urnas, me alegraría,
a mi republicano convencido, porque significaría que vivo en un país plenamente
Democrático donde todos/as los/as ciudadanos/as somos iguales. Mientras
nosotros seguiremos siendo ciudadanos/as y Felipe de Borbón seguirá siendo esa
persona privilegiada, fruto del azar entre dos gametos.
1 comentario:
Hasta cuando se hacen próximos molestan.
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